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jueves, 11 de febrero de 2010

La Antartida...La tierra perdida!... (parte 1)

Era una tierra bendecida por una vegetación exuberante y por la existencia de valiosos yacimientos minerales, entre ellos los de plata y de oro. Su pueblo gozaba de un alto nivel científico y cultural.

En el mismo de ese reino isleño, sobre la cima de una pequeña colina, se ataban un palacio y un templo, en torno a los cuales se extendía la gran dad, que media 19 kilómetros de largo. Alrededor de la colina, un amplio o —en realidad, un canal— permitía el paso de barcos de vela.

Alrededor de urbe, otras vías de agua formaban círculos concéntricos; el canal que rodea­da la ciudadela se comunicaba con el mar abierto a través de un amplio sistema de muelles y puertos, que exportaban los valiosos productos del país a todo mundo conocido entonces.


Era un país rico y célebre; tanto que, a pesar de que desapareció de la faz de la Tierra muchos siglos antes de la era cristiana, su nombre resulta aún más familiar a los hombres de hoy que muchas de las Balones que le sobrevivieron. El nombre de ese fabuloso reino y de su gran ciudad es Atlántida.

La única descripción de la Atlántida que nos ha dejado la antigüedad es obra del filósofo griego Platón, y data de 347 a. de C. Pero ni siquiera Platón es un testigo de primera mano; el filósofo no hizo más que repetir los relatos escritos por un viajero ateniense, Solón, quien a su vez repetía lo que había nido contar a los sacerdotes egipcios.

La historia narrada por Platón indica que la Atlántida era una gran nación, pero que entró en un periodo de decadencia; su pueblo, entonces, cayó en abominables formas de corrupción y se mereció mal un terrible castigo.
«En un día y una noche», la isla entera, de 560 kilóme­tro de anchura, fue destruida por una catástrofe de magnitud incomparable­mente mayor que todas las conocidas.


La isla fue destrozada por una explosión volcánica a la que siguió un maremoto; en veinticuatro horas desapareció bajo el mar.
CONTINUARÁ...

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