por portarse mal y no darle para el gasto”.
Víctimas del Doctor Cerebro. “La Tamalera”
Por las huellas se logró la identificación. Era peluquero, tenía 53 años y utilizaba varios nombres: Pablo Díaz Ramírez, Pablo Díaz Gallegos, Rafael Díaz Ramírez, Pablo Díaz Rincón y Pablo Ramírez Gallegos. En 1937 golpeó a un hombre, siendo enviado a la cárcel por el delito de lesiones. Seis años más tarde, en 1943, ingresó en prisión y fue procesado por lesiones y estupro.
La media filiación de Pablo Díaz Ramírez, que aparecía en los archivos, precisaba que era un tipo atlético, 1.80 de estatura, moreno claro, semicalvo, tipo mongol, facciones duras y toscas, con estudios hasta tercero de primaria, abstemio, no fumador y gran aficionado al boxeo y a la lucha libre. Los peritos dictaminaron que había sido asesinado con una segueta, un hacha y un cuchillo. De acuerdo con los exámenes practicados, dedujeron que las piernas le fueron desprendidas del resto del cuerpo cuando aún estaba vivo.
Apoyaron su tesis en las infiltraciones sanguíneas que encontraron en las piernas, las que no se presentan cuando la persona ha muerto. En opinión de los legistas Enrique Márquez Barajas y Oscar Lozano González, por lo menos dos personas habían participado en el descuartizamiento del peluquero. “Es la primera vez que veo un asesinato como éste”, dijo uno de los peritos. “Los judíos y aztecas los practicaban para castigar el homicidio, el robo y el adulterio. ¡Y qué paciencia de los verdugos para serrarles las piernas!”
Contando con el archivo más completo en cuanto a delincuentes, los agentes de la División de Investigaciones acudieron a la calle de República número uno, en la Colonia Portales, en busca de la familia del occiso. El peluquero, en su ingreso por lesiones en 1937, había informado que ese era su domicilio.
En este sitio los vecinos les indicaron que Pablo se había mudado seis meses antes y que, al parecer, su esposa era una mujer que expendía tamales (un alimento hecho de masa cocida con trozos de carne y verdura, envuelto en hojas de plátano o de maíz), en la vía pública. Los agentes indagaron que la mujer del peluquero respondía al nombre de María Trinidad Ruiz Mares, y vendía su mercancía frente a la panadería “La Tapatía” en la esquina de Ermita Ixtapalapa y Emiliano Zapata, en la Colonia Portales, y que vivía en la calle de Pirineos número 15.
El sábado 31 de julio se le decretó la formal prisión y se le designó un defensor de oficio para defenderla. En sus conclusiones, el abogado Ángel Lima Morales pidió al juez aplicara la pena mínima a su defendida. Por su parte, el fiscal solicitó se le condenara por homicidio con todas las agravantes. El juez no tuvo problema al dictar su resolución.
El juicio duró casi dos años. Al dictar sentencia, el juez la condenó a cuarenta años de prisión como responsable de homicidio cometido con premeditación, alevosía, ventaja y traición, así como por inhumación clandestina y profanación de cadáver. Trinidad no se inmutó al escuchar la condena de labios del licenciado Ponce de León. Apeló ante los magistrados del Tribunal Superior de Justicia y tras un año de estudiar el expediente, le confirmaron la sentencia.
En 1994, el grupo musical Las Víctimas del Doctor Cerebro le compuso una canción a “La Tamalera”, que decía:
“Esa tarde Doña Macabra sin imaginar,
salió como siempre a vender el tamal.
Los de dulce, los de nata, los de rajas también,
pero nadie sabía que no estaban tan bien.
Pero nadie sabía que no estaban tan bien:
eran de carne humana.
Ella vendía a su marido hecho pedazos
por portarse mal y no darle para el gasto.
Yo comía los de dulce sin preocupación
cuando pasó algo que me causó horror:
me comía yo la mano de un pobre señor…
¡Y nos fuimos asustados a la Delegación!”
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