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lunes, 7 de enero de 2008

Calavera de Cristal (o del destino)

A principios de siglo un explorador y aventurero inglés encontró entre las ruinas de una ciudad maya una calavera de cristal de roca, perfectamente pulida.
El origen de tan desconcertante "escultura" es aún un enigma.

La calavera de cristal, también llamada "Max" o "Cráneo del Destino", fue hallada en una antigua ciudad maya de forma absolutamente casual.
En 1924 llegaba a los bosques tropicales de Belice (Honduras Británicas) en America Central, el polifacético explorador inglés Frederick A. Mitchell. Hedges, acompañado de su hija adoptiva Anna, de su secretaria Jane Houlson, el médico y experto en cultura maya Dr. Thomas Gann, el representante del Museo Británico capitán Joyce y la financiera de la expedición Richmond Brown.

Frederick Mitchell-Hedges era toda una celebridad en los años veinte. Aventurero ambicioso e inteligente permaneció durante años en diferentes lugares de Norteamérica y Sudamérica, desempeñando los más variados oficios: desde cow-boy a jugador profesional, pasando por revolucionario a las órdenes de Pancho ViIla o arqueólogo y frecuentando los ambientes más contradictorios, desde locales de exploradores hasta clubes de millonarios.Al poco de llegar a la zona conocida como Punta Gorda, el explorador inglés comenzó sus excavaciones, en plena selva, en busca de ruinas mayas.


Tras luchar contra las inclemencias de la jungla y del clima tropical, y después de varios meses de trabajo infatigable con la ayuda de empleados nativos, Mitchell-Hedges descubre una gran plaza de piedra, varias pirámides (que tardara meses en despojar de la vegetación), casas y cámaras subterráneas pertenecientes a un complejo arquitectónico que bautizaría con el nombre de Lubaantun (que significa algo asi como "ciudad de la piedras caídas").


El descubrimiento entusiasmó a Mitchell-Hedges, quien estaba convencido de que aquella ciudad había pertenecido a la legendaria Atlántida, lo que le motivaría para continuar las excavaciones durante siete años más.
Por aquel entonces su hija adoptiva, la pequeña Anna, era apenas una adolescente inquieta, y el día de su diecisiete cumpleaños se produjo el gran descubrimiento: "Durante días veíamos algo entre las piedras al recibir los reflejos del sol -recuerda ahora Anna Mitchell-Hedges- y no descansamos hasta hacer accesible aquel lugar.


Fui yo quién lo rescató porque mis manos eran más pequeñas que las de los demás y se lo enseñe a mi padre. El se resistía a creer en el descubrimiento de aquel cráneo de cristal...
"El "Cráneo del Destino" era una calavera de cristal de roca a tamaño natural, y de cinco kilos de peso esculpida en una sola pieza. La perfección absoluta de su tallado y su incólume pulido, la perfección de sus detalles y su mandíbula articulada la convierten en una réplica exacta de un cráneo humano, pero el origen de su fabricación, hace siglos, es un auténtico misterio.

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